Galvarino del mapuche: Kalwarëngo ‘mecha molida de choclo’ o del mapuche: Kallfürüngi ‘colihue azul’ muere en Millarapue, el 30 de noviembre de 1557 fue un guerrero mapuche perteneciente a las filas de Lautaro (1534-1557). Aunque apenas se conocen datos acerca de su vida, Galvarino fue uno de los guerreros mapuche más importantes. Combatió a las fuerzas españolas del gobernador García Hurtado de Mendoza y fue capturado en la batalla de Lagunillas, junto al río Biobío.
Como escarmiento, le cortaron las manos, hecho que el poeta español Alonso de Ercilla (1533-1594) narra en el poema La Araucana, señalando que, luego de este acto, “con desdén y menosprecio dello alargó la cabeza y tendió el cuello” para que le quitaran la vida, pero fue liberado como ejemplo de escarmiento para el resto de los mapuches, jurando vengarse. El cronista y militar español Pedro Mariño de Lobera (1528-1594) afirma que “fue tanto el coraje, que ya que le faltaron las manos, peleó más fuertemente con la lengua, la cual suele ser más eficaz para hacer guerra que las manos de los Hércules y las industrias de los Césares”. Luchó bajo el mando de Lautaro en las campañas hacia Santiago y Tucapel. Fue tomado prisionero en la batalla de Lagunillas. Juzgado por insurrección, fue condenado a amputación de sus miembros y sus dos manos fueron cortadas. Fue liberado como ejemplo de escarmiento para el resto de los mapuches.
En el combate de Millarapue, el 30 de noviembre de 1557, luego de un cruel enfrentamiento, Galvarino fue capturado junto con otros jefes indígenas, y el gobernador Hurtado de Mendoza, como medida punitiva, lo mandó a rezar.
Galvarino fue condenado a ser colgado de un árbol; pero el poeta Alonso de Ercilla (1533-1594) se esforzó por librarlo de la muerte, alegando que le había visto pasarse a las filas españolas. Galvarino le respondió descubriendo sus brazos mutilados que había tenido ocultos bajo su manta, que no quería recibir la vida de ellos y solo sentía la muerte por no haber podido hacerlos pedazos con los dientes. Los conquistadores se exaltaron al ver la soberbia del cacique y apuraron la ejecución.