Un emprendedor y su familia se embarcaron en un sueño que muchos creían irrealizable: hacer vinos en el monte chaqueño. Lo probamos y te contamos cómo es
Hay muchos casos de productores que profesan la vitivinicultura heróica en la Argentina. Algunos con más y otros con menos espalda financiera. Pero, en todos los casos, su impacto en la industria es enorme: le agregan matices y color al vino. Abren puertas que nadie sabe si se cerrarán de un golpe o si quedarán abiertas por décadas, posicionando así nuevos y diferentes terroirs en el siempre complejo escenario del vino.
“Muchos me decían que esto era imposible, que estaba loco”, dice con una sonrisa Carlos Gonak, un emprendedor chaqueño, bajo un sol abrasador. El termómetro marca 33 grados pero la sensación térmica ronda los 35. Igual, se eligió un buen día: para la jornada siguiente, el servicio meteorológico anuncia 38 grados, pese a que estamos en pleno invierno.
Vinos extremos, en el corazón de Chaco
Mientras hablamos, el sol pega de lleno sobre la media hectárea que plantó en un campo ubicado en Colonia La Matanza, en el departamento de Maipú, a unos 45 kilómetros de Presidencia Roque Sáenz Peña.
“Pero no me rendí. Al año siguiente compré 800 plantas”, explica Carlos mientras recorremos sus filas plantadas con variedades como Moscatel Rosada, Malbec, Torrontés Riojano, Merlot, Bonarda y Cabernet Franc.