Por Mempo Giardinelli
A finales de abril y con el título “Sobre riesgos atómicos y política nuclear”, esta columna informó críticamente el hecho de que pasara desapercibido un accidente ocurrido en una de las tres centrales nucleares que funcionan en la Argentina, y del que casi no había información, por lo que la ciudadanía casi ni se enteró.
Lo cierto es que el jueves 25 de abril se produjo un incendio en cercanías de la Central Nuclear de Embalse (Provincia de Córdoba), que es una de las tres centrales atómicas en funcionamiento (las otras dos son Atucha 1 y Atucha 2, ubicadas en la Provincia de Buenos Aires).
Ese incendio no pasó a mayores, pero sí disparó acusaciones y controversias que conviene revisar en vista de la larga trayectoria y experiencia que la Argentina tiene en la materia, y que ha permitido un desarrollo singular respecto de otros sectores estratégicos desde que en 1950 Perón creó la Conea (Comisión Nacional de Energía Atómica).
Esto se explica, sigue Hurtado, “por la extraordinaria trayectoria argentina desde fines de la década de los 60, cuando empezaron las presiones de Estados Unidos para obstaculizar y/o paralizar nuestro desarrollo. Hoy se sabe que ponen palos en la rueda del sector nuclear argentino desde los años 70, por lo menos”.
Paradójicamente, durante la dictadura cívico-militar el apoyo oficial al sector nuclear no se había quebrantado, y tampoco durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Pero sí fue Menem “con su política de alineamiento incondicional, quien hizo todo lo que se le pedía y ordenaba desde los Estados Unidos, con lo cual casi nos quedamos sin sector nuclear. Y cuando después hubo un relanzamiento con Néstor y Cristina, volvieron las presiones”.
Es interesante y necesario, en este punto, subrayar que el sector nuclear argentino no sólo se recuperó en democracia sino que hoy tiene dos características que inquietan y hasta disgustan a gobiernos norteamericanos. “Y para probarlo está la cuarta central acordada con China –sigue Hurtado– que es una central nuclear modelo Hualong-1, con desarrollo del reactor Carem, que es un pequeño reactor modular de extraordinario rendimiento.”
“Respecto de esta cuarta central –continúa– está claro que desde que Alberto Fernández fue a Beijing a firmar el acuerdo de lo que se llamó Atucha-3, al toque empezaron a venir delegaciones y funcionarios norteamericanos, para tratar de frenar el acuerdo con China. Y eso mientras el pequeño Carem se abría al mundo como una de las tecnologías nucleares del futuro, que promete mayor seguridad y mucho más conveniencia en inversión para países en desarrollo. Y tecnología de la cual la Argentina, junto con otros tres modelos, es lider mundial”.
Son muchos los especialistas y conocedores que avalan con certeza y entusiasmo todos los avances tecnológicos del sector nuclear argentino, devenido ya en lo que algunos llaman “una industria industrializante para la Argentina”. Entre ellos el ex Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus, quien dijo a esta columna: “La paralización de las obras del Carem y el RA 10 por el gobierno de Milei es un hecho gravísimo y que puede ser irreversible. Argentina es un país que está a la cabeza en el desarrollo de la energía nuclear en momentos en que vuelve a tomar impulso en el mundo. Es una enorme oportunidad para exportar con valor agregado. Exportamos entre otros a Australia, Corea, India y ahora a los Países Bajos. La falta de inversión puede hacer que otra vez nuestros mejores investigadores y profesionales se vayan del país: otro daño irreparable”.
Como eso, también es sabido que al país del Norte siempre le significó una piedra en el zapato el desarrollo nuclear argentino. Por razones geopolíticas, pero más desde que se desarrolla el reactor Carem, tecnología que es muy competitiva y que asegurará que la Argentina juegue en primera. De hecho ya se la considera la cuarta gran central de potencia. Atucha 1 es de 1974; Embalse es de 1981 y Atucha 2, paralizada por el menemismo, fue repuesta en 2014 cuando se relanzó el sector nuclear, que desde 2010 el gobierno kirchnerista negociaba con China”.
“Cuando Alberto Fernández viajó en enero de 2022 a Beijing –recuerda Hurtado–firmó con Xi Jinping diez acuerdos, uno de los cuales era por la cuarta central. Pero a partir de ese momento, el acuerdo entró en un laberinto, un proceso de paralización que se puede ver de manera clarísima: a partir de la firma del acuerdo con China volvieron a llegar delegaciones a la Argentina. Y la primera llegó en abril y su jefa, Ann Ganser, se lanzó a decir cosas muy inconvenientes que un país soberano no debería haber aceptado y por lo menos elevado una dura queja a la embajada de EEUU, porque esa funcionaria se lanzó a decir que el acuerdo era peligroso; que era una tecnología no conveniente; que mejor un accidente nuclear en Buenos Aires y otras cosas insólitas e inadmisibles en asuntos de soberanía nacional. Pero nuestro gobierno aceptó todo en silencio. Y al toque vino la jefa del Comando Sur, también afirmando la inconveniencia del acuerdo con China, mientras circulaban documentos estadounidenses proponiendo la necesidad de desconectar América Latina de China”.
El gobierno de Alberto Fernández, por su parte, fue ralentizando el acuerdo y derivó al gobierno siguiente la responsabilidad de su continuación. “Y ahora –lamenta Hurtado– está claro que el presidente Milei en su tendencia al alineamiento incondicional va a poner esto en el freezer, o va a disolverlo hasta que no queden rastros. Hoy el sector nuclear está desinvertido, en virtual paralización sus obras, y es previsible todo lo malo que este gobierno va a hacer, al modo menemista, para clausurar el desarrollo nuclear de la Argentina. Lo que no es seguro que pueda hacer, dado el nivel de institucionalidad y la integración de las empresas del sector nuclear. Les será muy difícil hacerlas desaparecer, desintegrarlas, pero van a hacer daño, como durante los 90 y después fue tan costoso recuperar”.
Y es que lamentablemente el destino prefijado de este país que muchos millones amamos parece ser un constante desguace en los campos más sensibles. Así se alentó el suicidio electoral de diciembre pasado, aquí, mientras en el planeta las grandes potencias se empeñan en exterminar millones de seres humanos con un cinismo que deja chiquito al mismísimo Adolf Hitler.
Todo país republicano, igualitario y soberanista, es inadmisible para las grandes potencias. He ahí nuestra desdicha como Nación, pero también nuestra esperanza y deber: luchar para evitar el peor destino: el de volver a ser colonia.