Logró mantenerse anónima desde la denuncia gracias a una red feminista de apoyo que la acompaña desde 2019. Las periodistas tucumanas que contuvieron y acompañaron a la víctima cuentan ese trasfondo y acercan un mensaje días después de la sentencia que parecía imposible.
Pasaron pocos días desde que José Alperovich fue condenado a 16 años de cárcel por haber violado y abusado de su sobrina y ex secretaria. Fue trasladado directamente a la cárcel federal de Ezeiza y no podrá acceder a cargos públicos nunca más. “La justicia me hizo sentir limpia. Siempre me sentí digna, pero ahora encontré justicia”, fueron las palabras de la denunciante después de conocer la sentencia.
Todavía lo sentimos en el cuerpo. Hace 4 años y medio que acompañamos a la denunciante, fuimos su voz, su equipo técnico, y sus amigas. Construimos complicidad y paciencia, confianza y afecto, y construimos una obra de ingeniería feminista contra la impunidad.
Nuestros encuentros, que en un primer momento fueron casi cotidianos y luego se espaciaron por el letargo judicial, se caracterizaron por la escucha, los abrazos y las risas, a pesar de tanto horror, encontrábamos las maneras de reír y así seguir sanando. En ese aquelarre de tres, cada una ponía su dolor, lo quemábamos simbólicamente, y aspirábamos ese humo como transformador. Fuimos alquimistas, y hoy lo podemos ver así. Al miedo lo transformamos en coraje, al dolor en combustible, al abuso en justicia. Ahí donde hubo miedo y abandono, construimos un núcleo duro.
Convertirse en la voz
El día que se hizo pública la denuncia contra Alperovich, se presentaba en Tucumán el libro que contaba la historia de Belén, una joven que estuvo presa por un aborto espontáneo y que las redes feministas lograron liberar. En este caso Celina (De la Rosa, una de las autoras de esta nota) también participó activamente. Teníamos previsto un conversatorio con periodistas al día siguiente. Nuestros teléfonos ardían. Aún no había vocera y todos los medios nacionales buscaban a la denunciante, al abogado, a alguien que pudiera hablar sobre lo que estaba pasando en la provincia. A última hora de ese sábado 23 de noviembre de 2019 llegó el mensaje: “Mili, ¿puedo hacerte una pregunta complicada?”. Aparecía por primera vez la palabra vocera, la propuesta de ocupar ese rol con la promesa del sostén de un grupo. A la denunciante la conocíamos muy poco: al día siguiente nos reunimos tarde en su departamento, leímos la causa, su denuncia y nos preparamos para la ratificación en Tucumán que sería al día siguiente.
Como feministas habíamos tenido experiencias previas de trabajar en la comunicación de casos de vulneración de derechos. Ya habíamos trabajado juntas en el caso Lucía, una niña tucumana abusada sexualmente por su abuelastro, quien fue obligada a continuar un embarazo forzado. Gracias a la lucha de las organizaciones y el impacto mediático que generó la noticia, logró finalmente acceder a un aborto no punible.
Como tucumanas, habíamos transitado parte de nuestra juventud bajo los 12 años de mandato de Alperovich. Esos gobiernos estuvieron signados por dos casos emblemáticos que dejaron marcas claras de impunidad: la desaparición de Marita Verón y el femicidio y abuso sexual de Paulina Lebbos. Ambos casos modificaron la manera en la que, particularmente las mujeres, podían transitar la vida pública, los peligros que corrían y el mensaje implícito de la falta de justicia.
Como jóvenes, encontramos en la organización y en la lucha un refugio, un arma contra el miedo. Si no podíamos vivir en paz, debíamos transformar la realidad. Cada una con una trayectoria diferente, pero siempre feminista, años mas tarde nos encontraríamos y nuestras luchas se hermanarían.
Así fue que aquel noviembre de 2019 nos embarcamos en esta empresa que parecía titánica y que tenía como protagonista a una joven de 29 años, completamente rota, pero con un claro deseo y convicción de encontrar reparación y justicia.
Armar equipo
Lo primero que tuvimos que hacer fue construir confianza. No nos conocíamos y ella necesitaba confiar en nosotras y nosotras en ella para poder llevar todo esto adelante. La confianza de ella venía muy horadada: había golpeado puertas y todas se le habían cerrado. Nadie se animaba. El camino no fue lineal, sino sinuoso y al borde del precipicio, pero esa confianza que logramos forjar nos mantuvo fuertes y unidas en cada paso que fuimos dando.
En un segundo momento, tuvimos que ejercitar la paciencia, porque además de sinuoso, el camino era lento, atravesado incluso por una pandemia que paralizó absolutamente todo. Los tiempos de la Justicia nunca son los debida diligencia, la revictimización es moneda corriente y la falta de información disponible para la víctima es desesperanzadora.
NOTA COMPLETA EN: Habla la denunciante de Alperovich, tras la condena a 16 años de prisión: “La justicia me hizo sentir limpia” – elDiarioAR.com