En Argentina existen 4800 establecimientos agropecuarios orgánicos y agroecológicos que abarcan más de cuatro millones de hectáreas. Con producción diversa, de la horticultura a los granos y de la miel hasta la ganadería, el potencial del sector es enorme de la mano de familias campesinas y pequeños chacareros. La necesidad de tierras para trabajar y de políticas públicas para otro modelo de agricultura. Por Nahuel Lag (Agencia Tierra Viva).
El avance de un cambio de paradigma en la agricultura, de la mano de la producción orgánica y agroecológica, es un hecho. Según el Censo Nacional Agropecuario 2018, en todo el país hay 2536 explotaciones agropecuarias orgánicas y 2309 agroecológicas. El crecimiento de los cultivos orgánicos, que cuenta con una ley de promoción y control desde 1999, pueden confirmarse año a año a través del seguimiento que realiza el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) —órgano de control de la normativa de certificación— y marcan un crecimiento sostenido en las últimas tres décadas hasta llegar a las 3,9 millones de hectáreas en 2022.
La producción agroecológica no cuenta con una norma que la promueva —a pesar de contar con un proyecto de ley nacional desde 2021— ni tampoco cuenta con estadísticas propias, a pesar de la creación de la Dirección Nacional de Agroecología. En Buenos Aires, la provincia con mayor número de explotaciones agroecológicas, el registro voluntario del Ministerio de Desarrollo Agrario registra 23.000 hectáreas bajo este modelo. Mientras que la Unión de Trabajadores/as de la Tierra (UTT) y la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (Renama) reúnen 100.700 hectáreas.
Producción orgánica: actualidad y perspectiva
“La producción convencional va a tener que cambiar, se necesita una producción más amigable con el ambiente, y la producción orgánica es la punta de lanza para que esto suceda. En Europa se está notando que para poder ingresar a ciertos mercados se necesita una producción sustentable. La lógica de una producción que proteja el medio ambiente y la salud de las personas impulsa a que los consumidores elijan el mundo en el que quieren vivir”, sostiene Ricardo Parra, productor apícola e integrante del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO).
La agricultura orgánica y la agroecología tienen un eje central en común: el no uso del paquete de agrotóxicos que se expandió en el país de la mano de la siembra directa, la soja transgénica y el boom del precio de los commodities. El uso de técnicas agropecuarias que emplean bioinsumos y rotación de cultivos para preservar tanto el ambiente como la salud de quienes producen y quienes se alimentan implica también campos poblados, trabajo rural y arraigo. La diferencia entre ambos modelos de producción está en el entramado social que proponen y los objetivos que se plantean.
La producción orgánica, según las estadísticas del Senasa en base a los datos ofrecido por los certificadores privados, incrementó la superficie cosechada de 12.162 hectáreas en 1995 a 109.987 en 2022, mientras que la ganadería orgánica pasó de 104.357 hectáreas a 3.611.470 en el mismo periodo. Con 3,9 millones de hectáreas, la producción orgánica argentina es la segunda más grande a nivel mundial, solo detrás de Australia.
El modelo orgánico crea arraigo por tratarse de productores de mediana escala o Pymes a lo largo y ancho del país: de los 1376 operadores registrados en 2022 por las certificadoras, Buenos Aires (173), Mendoza (312) y Río Negro (216) eran las provincias con mayor número.
NOTA COMPLETA: Producción orgánica y agroecológica: mapa de situación – ANRed