Por Rubén Bourlot (Publicado originalmente en la revista Orillas) –
Las diversas parcialidades de origen charrúa ocuparon gran parte del territorio entrerriano hasta bien entrado el siglo XIX. La información histórica tradicional dice que los últimos fueron exterminados en el combate de La Matanza (Victoria) por el teniente de gobernador de Santa Fe, Antonio de Vera y Mujica, pero no fue tan así.
Sostiene el investigador José Pedro Rona (1) que si consideramos que güenoas, minuanes, mbohanes y otros grupos podrían formar parte del ‘gran complejo charrúa’, nuestra provincia sería tan charrúa como el Uruguay. Los rastros que persisten de este pueblo son escasos u ocultos. La fuerte influencia de los guaraníes, que solo poblaron las islas y costas de los ríos Paraná y Uruguay, dominaron con su cultura y dejaron ríos, arroyos, pájaros, árboles con nombres en su lengua. En tanto de los charrúas solo conocemos algunas palabras sueltas y pocos nombres que presuntamente corresponden a su lengua, como el del arroyo pospós, en el departamento Colón.
Pero aún hoy persisten comunidades en la provincia que reconocen su cultura charrúa. La sangre charrúa corre por nuestras venas. Y seguramente muchos entrerrianos, más de lo que suponemos, son criollos descendientes de los bravos indios que adoptaron el caballo español y lo dominaron con notable maestría.
Hace más de medio siglo, en 1964, dos investigadores de la facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, José Pedro Rona y Eugenio Petit Muñoz, que estudiaban la lengua charrúa en el Uruguay, llegaron a Villlaguay para realizar un trabajo de campo sobre los descendientes charrúas de la zona. (2)
Floro el domador
Los estudiosos se enteraron por algunas publicaciones que a cuarenta kilómetros de Villaguay vivía una persona que se decía descendiente de charrúa. Se trataba de Floro, su apellido se había perdido de la memoria o nunca lo tuvo. Tenía, según los cálculos de vecinos, 144 años y “había vivido desde los nueve en campos que pertenecientes a tres generaciones de la familia Lagos, según el testimonio de la última dueña, Berta Lago de Araya, donde trabajó como peón mensual y como domador de fama.” Sin dudas que su habilidad con los caballos denotaban sus raíces charrúas.
Los lugareños contaban que la familia de Floro había llegado a Entre Ríos cuando tenía nueve años, se extravió y fue recogido en la estancia de Lago. Se sabe que las últimas comunidades autónomas de charrúas del Uruguay fueron exterminadas en la denominada batalla de Salsipuedes, cerca de Paysandú, el 11 de abril de 1831 cuando el presidente Fructuoso Rivera decidió sacarse de encima a los molestos indios – los mismos que pelearon con Artigas por nuestra independencia – y los convocó a una emboscada donde muchos murieron, otros fueron tomados prisioneros y el resto logró escapar. Se dice también que muchos de ellos atravesaron el Uruguay y se afincaron en nuestra provincia. (3)
En la búsqueda de más información sobre Floro, los investigadores uruguayos hablaron con “la gente que está vinculada a él, que lo conoce desde hace años, ya que de él no pudimos obtener más que monosílabos. Aunque físicamente se conserva bien, su memoria no retiene más que sucesos recientes, de poco tiempo atrás.”
Juan Justino da Rosa, otro estudioso uruguayo, nos informa que “la misma dificultad en la comunicación la confirma un sacerdote de Villaguay que visitó a Floro para bautizarlo (…). ‘El sacerdote narró después que ni siguiera habló con el charrúa, ya que éste ignora el español y solo sabe pronunciar algunos monosílabos como ‘SI’, ‘NO’, ‘ADIÓS’. Pero otras declaraciones de Rona y de Petit Muñoz (…) despiertan interrogantes de difícil respuesta:
“Floro es charrúa”
Da Rosa cita una entrevista realizada a Rona y Petit Muñoz por el diario El País de Montevideo (4). “‘Floro es un charrúa’. Estas fueron las primeras palabras que nos dijeron los profesores en la entrevista que mantuviéramos con ellos para informarnos acerca del resultado de sus investigaciones. Un estudio antropológico y de las palabras que utiliza (habla solamente charrúa) nos permite asegurar merced a una comparación que efectuamos con lo que conocíamos acerca de dicha tribu, que efectivamente no puede existir ninguna duda sobre su autenticidad: es charrúa y nacido en Uruguay. Debe tener, según los datos que hemos recogido, alrededor de 144 años y se mantiene físicamente bien a su casi siglo y medio de vida. Posee la dentadura completa, habla charrúa, no conoce más que unas pocas palabras de español, y desde su juventud ha vivido a mate y asado (…).
“A fines del mismo año 64, Rona publica su conocido trabajo Nuevos elementos acerca de la lengua charrúa (1964), donde no se hace mención alguna de los materiales recogidos en ese trabajo de campo, excepto una referencia sin contexto a la Sra. Berta Lago de Araya, de la que obtuvo informes sobre el sistema de numeración que empleaba Floro: ‘la representación que nos hizo en Villaguay (Entre Ríos) la Sra. Berta Lago de Araya de los gestos de numeración que le había visto en su niñez al charrúa Floro, eran totalmente idéntica a nuestras suposiciones’.” (3)
De Floro circular algunas fotografías que nos permiten adivinar los antiguos rasgos charrúas.
Años después, en pleno siglo XXI, se han juntado varios grupos de descendientes de charrúas, en Maciá la comunidad Gue Guidai Bera, el Pueblo Jaguar de Villaguay, organizado por Rosa Albariño -líder histórica de los charrúas contemporánes-; y Etriek, también de Villaguay. Durante 2004 y 2005 se realizó la Encuesta de Pueblos Indígenas, complementaria al Censo 2001, a cargo del Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec). Según estos listados, 676 habitantes se reconocieron como descendientes del pueblo charrúa.