Mucho antes de que el imperio Inkaico dominara los Andes, en la cuenca del lago Titicaca nació una cultura que durante siglos fue una de las más importantes de Sudamérica. Se la conoce como Tiahuanaco por el nombre de su capital, Tiwanaku, situada en la orilla sur del lago Titicaca. Nacida como una pequeña comunidad agrícola, se convirtió en un imperio que, cosa rara, no se expandió mediante las armas.
Los orígenes de la civilización tiahuanaco se remontan al siglo XVI a.C. según el arqueólogo Carlos Ponce, que dedicó gran parte de su vida al estudio de esta cultura. Durante la primera mitad de su historia Tiwanaku fue una pequeña población que vivía de la agricultura y de la pesca, abasteciéndose de cuanto necesitaban gracias al lago Titicaca. La domesticación de la llama dio un giro a su vida ya que, como animal de carga, les permitía comerciar con otras culturas de la cuenca del Titicaca; tuvo especial éxito su artesanía en cerámica, el material arqueológico más abundante para el estudio de su cultura junto con sus construcciones monumentales.
El comercio permitió a la cultura tiahuanaco expandirse por gran parte del altiplano andino, en la frontera entre las actuales Perú, Bolivia y Chile, y consolidar una posición dominante respecto a los otros pueblos que lo habitaban.
Tiwanaku alcanzó su mayor esplendor entre los siglos VII y X, el llamado período imperial. El hecho de que lo lograra sin recurrir al dominio militar la convierte en un caso raro, sobre todo teniendo en cuenta que el vecino imperio Huari en el litoral del actual Perú- sí era una potencia militarista. Por ello se ha especulado que en este período ambas culturas podrían haber forjado una alianza y constituido un imperio dual, en el que una aportaba la fuerza de las armas y la otra la autoridad religiosa; teoría que no ha podido ser demostrada hasta el momento.
Aunque Tiwanaku fuera abandonada, su legado cultural se mantuvo. Prueba de ello es que siglos después, en el apogeo del imperio Inkaico, el lago Titicaca seguía siendo un lugar de peregrinación. Los inkas consideraban el lago como el lugar donde había nacido el mundo y a la ciudad, ya en ruinas, como un espacio sagrado; también heredaron de ellos el culto al deidad Wiracocha y algunas prácticas religiosas de los tiahuanaco. Tomando las claves del éxito de las dos grandes culturas de aquel tiempo -de los tiahuanaco el prestigio religioso y la red comercial, y de los Huari el poder militar. Forjaron una nueva civilización que se convirtió en una de las más importantes de la América precolombina.
Imagen: Señor Tiwanaku. Art by Caolín p.