Hay creadores de contenido en redes sociales que usan a personas en situación de pobreza para progatonizar videos con los que se hacen virales para así aumentar sus ingresos. Urge la necesidad de sensibilizar y prevenir con ética estos problemas.
Una persona sin hogar está en la calle. Se le acerca otra con una cámara. Charlan un rato y el que graba acaba dando comida o dinero a quien no tiene recursos y lo sube a sus redes sociales. Podría parecer un acto espontáneo y caritativo, pero hay un interés detrás: el video recibe miles de likes, visualizaciones y comentarios y se acaba viralizando. Las redes se llenan cada vez más de estos contenidos audiovisuales. El concepto se llama poverty porn o porno de pobreza y se refiere a cualquier tipo de pieza que muestre la lástima que genera la indigencia para lucrarse a través de ella en términos económicos por el morbo que suscita.
El fenómeno es internacional. El perfil de Jimmy Darts, con casi 12 millones de seguidores en TikTok, es una de las cuentas más famosas entre las que hacen este tipo de contenidos. En muchos de sus videos juzga bajo sus propios criterios morales que la persona con la que habla se deje, por ejemplo, pintar la cara con pintura acrílica –como propone en algunos de sus videos a cambio de dinero– o poner a prueba su honestidad dándoles a elegir entre recibir automáticamente una cantidad (100 dólares, por ejemplo) o dar una cantidad mayor (500 dólares) a repartir entre otras personas con más necesidad. El resultado conlleva una suerte de señalamiento de quien lo protagoniza involuntariamente; como si por no dejarse vejar o por no ser siempre agradable estando en una situación de precariedad uno no fuese merecedor de una ayuda. El video de la pintura tiene 38 millones de reproducciones y ocho millones de likes. Tiene también un enlace en su perfil que dirige al usuario a productos de merchandising con su nombre o para hacerle donaciones. “Entre todos hacemos el mundo un lugar mejor”, reza un eslogan en su web.
Pero Darts no es el único. El rapero estadounidense 6ixi9ine, de ascendencia mexicana, acostumbra a subir este tipo de videos, donde va a casas de personas en situación de pobreza con fajos de billetes y los regala como si nada. El último de sus Reels de este tipo tiene 23 millones de reproducciones y 2,5 millones de me gusta. Un caso más cercano es el del creador de contenido Manu Plaza, que acostumbra a ir por la madrileña plaza de Callao y a hablar con personas sin techo. Tras la charla, les da productos de una cadena de comida rápida de hamburguesas de la zona e incluso les pone una corona con el logo de la multinacional. Pareciendo casi publicitario, el video consigue en Instagram cerca de cien mil visitas y siete mil likes.
Los perfiles que generan estos contenidos para sus videos virales en TikTok o Reels de Instagram no suelen informar sobre las situaciones de desigualdad que sufren las personas sin recursos y tampoco les dan voz a los colectivos oprimidos. Solo muestran un acto de generosidad puntual y aparentemente espontáneo ante el mundo. “Demuestra una falta de pudor y de ética, una característica de la sociedad actual donde no hay límites y parece que todo vale con el fin de conseguir likes y followers”, dice al respecto Elisa Brey, profesora de sociología y comunicación política en la Universidad Complutense de Madrid.
“Es una dinámica de las redes donde la vida se convierte en un espectáculo constante. Se reducen las relaciones humanas al dinero, a la cosificación y a la monetización. Uno deja de ser una persona y se convierte en un método de obtener dinero, aunque esté en situación de pobreza”, continúa la también experta en conflictos y convivencias en las ciudades, migraciones y opinión pública. Y califica toda esta situación de “deshumanizante”. Este periódico ha contactado con diferentes agencias de influencers que respaldan este tipo de contenidos, pero no ha obtenido respuestas.
“Una limosna no saca a nadie de la pobreza”, defiende la directora general de Diversidad Familiar y Servicios Sociales del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, Patricia Bezunartea. Indica que este tipo de videos reproducen “una falta de conciencia generalizada sobre qué es la pobreza”. “Una persona puede padecer una situación de pobreza sin estar en situación de calle”, dice respecto al problema que supone que este tipo de videos con estas ideas se viralicen tanto. Y valora como “una vejación” que se hagan además exponiendo de manera pública a las personas sin hogar y con dificultades.
Que la mano derecha no se entere de lo que hace la izquierda. Eso dice Elisa Brey, que cuestiona: “¿qué necesidad hay de mostrarlo si solo quieres ayudar a los demás? Además, ¿si están ayudando dónde está la transparencia de la cantidad de dinero que donan a personas en riesgo como sí hacen las ONGs?”. “No es negativo usar las redes para hablar de la pobreza, pero querer lucrarse a través de eso es simplificar un problema muy grande”, dice la socióloga. El mensaje principal de estos videos da a entender que con actos individuales y caritativos se ayuda a erradicar la pobreza.
“Es la misma estructura que sigue el ‘salvador blanco’ que se va de viaje a Kenia para hacerse fotos con niños en situación de pobreza”, analiza por su parte Lamine Thior, cómico y actor antirracista y creador de contenido, con más de cien mil seguidores en Instagram. Él ha hecho un video en el que parodia de forma crítica estas situaciones. “Muéstrate un poco más agradecido. Vamos a repetirlo”, dice en el video ante una persona que interpreta a otra que está en situación sin recursos. Thior apunta cómo en la realización de estos contenidos entra en juego el poder evocador de emociones que tienen las redes valiéndose de recursos artísticos: “Está bien ayudar, pero no puedes querer lucrarte. Hay una intencionalidad: ponen música emotiva y a veces usan hasta varios planos. Parece espontáneo pero no lo es. Los peores momentos de alguien no pueden ser capitalizados para aumentar la interacción de los videos”.
“Cuando llevas tiempo en redes sabes que hay determinadas estructuras audiovisuales que te llevan a lo viral. Pero un problema como el de la pobreza o las situaciones de precariedad no pueden simplificarse tanto. Es muy peligroso para la sociedad”, apunta en este sentido Thior. “Estamos en un punto en el que lo hemos visto todo en redes y en la televisión. ¿Necesitamos ver a una persona en la mierda para sensibilizarnos? Es llover sobre mojado y vender morbo”, dice el actor.
Elisa Brey se cuestiona también la posibilidad de sesgo o manipulación en los contenidos que vemos en redes: “¿Cómo seleccionan a las personas? ¿Cómo se demuestra que son de clase baja? Al haber un interés económico detrás, este puede tomar más relevancia incluso que beneficiar a una persona, aun siendo espontáneo”. “Es súper necesaria una alfabetización en redes sociales para saber distinguir entre lo que es real y lo que no”.
Para Elisa Brey, experta en conflictos, opinión pública y convivencias en las ciudades, es de vital importancia que las administraciones “se impliquen más para educar a la gente”. En su Estrategia Nacional para Personas Sin Hogar, el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 plantea una necesaria sensibilización general de la situación de las personas sin hogar con el fin de evitar los delitos de odio que sufren y prevenir su discriminación. En uno de sus puntos, señalan la responsabilidad al respecto de las “acciones de información dirigidas a la población general, público profesional y medios de comunicación”. “Es necesario que la prensa y los creadores de contenido en redes sean consciente de que hay líneas éticas para informar de la pobreza”, señala Brey.
Las personas sin hogar pueden sufrir aporofobia, discriminación y odio por su situación de extrema pobreza. Según los datos de 2022 del informe del Ministerio de Ione Belarra, un 49,5% de las personas en esta situación ha sido víctima de algún delito de odio o agresión a lo largo de su vida. “Son población en riesgo, es necesario concienciar sobre sus problemas”, valora Elisa Brey. “No informar de sus problemas estructurales banaliza su situación de pobreza. Se simplifica demasiado el problema”, apunta la socióloga.
“Habría que fomentar que los creadores de contenido, que tienen tanta trascendencia pública, tengan un conocimiento mucho mayor de la realidad, que tengan un conocimiento directo de las personas y sepan cuáles son sus problemas”, indica Patricia Bazunartea. “Tendemos a estigmatizar y a ser prejuiciosos con las personas cuando no las conocemos ni a ellas ni a sus vidas”. “Es imprescindible que la gente esté formada y capacitada, que conozcan, que se acerquen a los fenómenos con responsabilidad y no con sus ideas”, dice.
En el caso de estos creadores de contenido, que cuentan con una gran capacidad de comunicación y que llegan a tantas personas, apela a su responsabilidad legal. “Algunos están lindando cuestiones que son delictivas, como atacar la dignidad o la integridad moral de las personas. Entonces, esto es algo que hay que exigirles como personas públicas que son, no pueden tener la misma responsabilidad que una persona común”, añade.
“Si quieres ayudar a esas personas, que se lleven una parte de lo ingresado por el video o que las donaciones vayan a programas de ayuda estructurales a medio y largo plazo”, añade por su parte Lamine Thior. “Hay mil maneras de ayudar a erradicar la pobreza sistémica”. El actor además urge a “reflexionar sobre este estilo de videos”.
FUENTE: elDiarioAr