Diego Fernandez, un agricultor de Santa Fe, Bouquet -, nos cuenta sobre una alternativa que no resiste, ni es resiliencia al modelo del agronegocio, sino más bien, un saber que los humanos son capaces de conquistar: “Hace 17 años decidimos hacer un cambio con mi esposa y ahí fue que encontré la gran biodinámica.
La armonía en todo lo que tiene que ver con el suelo vivo – que es la única forma que tengamos un alimento vital-, y la observación de las influencias de la luna, del sol y de los astros es propio de una agricultura que dispone fortalecer el sentido que conecta a las personas con el suelo y con el cielo.
Se podría diferenciar sustancialmente a quién es agricutor de quien meramente es productor.
En Bouquet, un pueblo de Santa Fe de 1800 habitantes, Diego junto a Florencia su esposa, trabajan en un campo con un suelo menos compacto que los demás, que retiene la humedad y en el que en los últimos dos años de sequía crecieron alimentos sin la necesidad de usar agroquímicos.
Con respecto a la diferencia en los resultados entre su campo y los demás campos de Bouquet, Diego nos cuenta que no es lo más importante que el rinde sea igual o mayor, “a veces rinde menos el campo con la biodinámica”. La diferencia importante reside en el suelo: “En estos años de sequía el suelo es más resiliente y por eso rindió más que los otros”.
El 97% de las producciones en Argentina realiza la agricultura con tóxicos y transgénicos hace más de 30 años. Al modelo del agronegocio le interesan los rindes por sobre todo lo demás, y la situación no es fácil en términos financieros para la adquisición de los paquetes tecnológicos de agroquímicos y semillas modificadas genéticamente; todo se dirige en detrimento de su capital olvidado: El suelo.
Diego cuanta con 30 años de experiencia, el mismo tiempo en que se intensificó la intervención de la naturaleza con químicos y semillas fabricadas en laboratorios. Esta intervención “que no la inicia el productor es una entidad que no tuvo retorno, en su momento fue el INTA y luego las empresas. A lo mejor el productor tomó esta idea viéndola como algo que le permita sobrevivir, pero en realidad hay responsabilidad de las instituciones, de las universidades, y por supuesto de las empresas”, sostiene.
De todas maneras se puede volver a pensar y a decidir sobre lo que comemos, podemos hablar de “soberanía alimentaria”. Diego nos comenta que “lo más importante es que sea un alimento de salud integral, completo, algo que cada vez disponemos menos”, y además lo produce en su campo -trigo, maíz, centeno, harinas-.
“Lo más lindo fue vender directamente a la gente y ver qué pasaba con esa gente. Producir alimento para las personas hace que uno empiece a tener un cuidado y una responsabilidad muy grande”, una diferencia entre el agricultor y el productor.
“Los alimentos íntegros, son aquellos que si uno se pone a ver hace diez años atrás, no tenían ningún agregado. Hoy a la mayoría de los alimentos como la leche se le agregan hierro, vitaminas etc. Esto es porque el suelo de una agricultura que hace más de 30 años la hacemos con agrotóxicos y transgénicos, es un suelo muerto que cada vez pierde sus cualidades, la biología no está más ahí, entonces la planta no tiene de donde tomar todas las cosas que necesita. Solamente va a tomar aquello que el productor le ponga, que son dos o tres fertilizantes -químicos, además-, que va a seguir arruinando y matando la biología natural del suelo”.
En nuestro país estos temas están vedados en los medios de comunicación masiva y en el sector universitario. El trigo transgénico de Bioceres ya está en circulación en el pan de cada día en Argentina, único país junto a Brasil en aceptarlo, es un trigo modificado genéticamente para tolerar la sequía y el glufosinato de amonio -un veneno 15 veces más tóxico que el Glifosato-.
El agricultor consultado nos refiere a Perú que “se negó al maíz transgénico porque la diversidad en este cultivo que viene de la cultura incaica, es la base de la alimentación de su pueblo. En Argentina, donde el trigo es el emblema, es un disparate que con auspicio del CONICET se acepte este evento”.
Al respecto de lo último, Diego comenta que “no es solamente la cuestión de la resistencia al agroquímico que es uno de los peores incluso peor al glifosato, sino que este producto es transgénico”.
El poco mencionado “trigo HB4” del laboratorio nacional Bioceres contiene “un gen resistente al glufosinato de amonio, que lo sacan de otro lugar, de otra planta o inclusive de otro reino, lo inyectan, lo ponen en la planta de trigo, pero junto con esa modificación vienen unas cuantas más que no las estudian ni les interesa porque no tienen valor económico”.
“Entonces, la modificación transgénica no es simplemente algo importado de otra cosa, o de otra planta o de otro reino, es además unas cuantas cosas más que ni los genetistas saben y que obviamente no tiene nada que ver con algo natural, y eso va a producir daños a futuro”-
Argentina, país campeón en eventos transgénicos, venenos y fertilizantes químicos debe poner en discusión estos temas y replantearse sus formas de producir; sobre todo el pueblo tiene que saber qué está comiendo, para luego accionar una soberanía alimentaria tan necesaria como urgente.
La utilización del calendario astronómico, los alimentos libres de tóxicos y fundamentalmente vitales, el incremento del trabajo humano en los campos, son importantes para los agricultores que observan qué necesita su suelo y la gente.
Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar, Nada la hace recular Ni las fantasmas lo espantan; Y dende que todos cantan Yo también quiero cantar.