El 14 de noviembre de 2008 fallece Melitona Enrique, última sobreviviente qom de la Masacre de Napalpí del 19 de julio de 1924. En 1911, a 40 kilómetros de la ciudad de Presidente Roque Sáenz Peña y 120 de Resistencia, sobre la traza del ferrocarril Barranqueras al Oeste, en un predio de 20.000 hectáreas, se fundó la Reducción de Indios de Napalpí (hoy, Colonia Aborigen Chaco), con grupos tobas y mocovíes.
La Reducción que inicialmente se sostenía exclusivamente de la explotación forestal, fue incorporando la explotación agrícola. Con el auge algodonero -hacia 1920- unos setecientos nativos trabajaban a destajo, como tenían la posibilidad de trasladarse a los ingenios azucareros de Tucumán, Salta o Jujuy a trabajar por una mejor paga, el gobernador Fernando Centeno prohibió los desplazamientos fuera de Napalpí. También exigió la entrega del 15% de las cosechas producto de los cultivos que realizaban en sus propias huertas sobre las tierra que les había sido concedida por el Estado en carácter de ocupantes a titulo precario. Estas nuevas condiciones sumadas al resurgimiento de prácticas tradicionales vinculadas con el chamanismo y las jefaturas, provocaron la sublevación de los aborígenes contra la administración de la Reducción.
Los nuevos jefes-chamanes encabezaban los movimientos indígenas: Pedro Maidana (mocoví) fue el jefe político, organizador de la revuelta. Los tobas José Machado y Dionisio Gómez eran los líderes chamánicos, que hacían hincapié en la próxima resurrección de los indios muertos: “Iban a resucitar a todos los que habían sido mal muertos por los cristianos”. Alrededor de la nueva prédica se nuclearon masivamente los indígenas y algunos criollos -también explotados-.
El 17 de mayo de 1924, Centeno fue a negociar al campamento de Aguará, sede del foco rebelde, pero esa y las posteriores negociaciones fracasaron. Los aborígenes atacan el ganado y los campos de cultivo de los blancos, comienzan con hechos aislados pero paulatinamente las hostilidades van creciendo en intensidad. En julio, el gobernador solicitó al Ministerio del Interior tropas para sofocar la sublevación, recibió la respuesta que debía solucionarla con las fuerzas locales. El 19 del mismo mes, el diario La Nación publicaba que los indígenas están “amenazando a la población de la zona norte de ese departamento (Villa Ana). Han sido atacados varios vecinos, registrándose numerosos asesinatos. El pueblo está alarmadísimo”.
El confuso asesinato del chamán Sorai a manos de la policía y el posterior de un colono francés -quizá como venganza- fueron los signos de una tensión desbordante, el enfrentamiento ya era inevitable. Los grupos indígenas se reagruparon mientras las inmediaciones eran abandonadas por los pobladores blancos, en una virtual evacuación de la zona.
El 18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón, Centeno dio la orden de “Proceder con rigor para con los sublevados”. Al amanecer del día siguiente cerca de 130 hombres rodearon el campamento, un avión del Aero Club Chaco les servía de apoyo. La masa indígena los aguardaba bailando, en la creencia de que con ello las balas no les harían daño. No hubo resistencia alguna, el ataque fue un fusilamiento donde se dispararon más de cinco mil tiros.
Se estima que 200 indígenas perdieron la vida, en la acción cayeron los líderes Maidana y Gómez. A Maidana se lo mató en forma salvaje, se le extirparon los testículos y las orejas para exhibirlos como un trofeo de batalla.
El 29 de agosto -cuarenta días después de la matanza-, el director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso Nacional: “La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados”.
Ninguno de los hombres que cometieron la masacre murió o resultó herido; la Justicia, que no recogió los testimonios de los indígenas que habían sobrevivido, archivó la causa sin acusar a los culpables.
Fuentes:
Nuestros paisanos los indios. Carlos Martínez Sarasola. Emece. 2005