Por Juan Ariel Charras (*)
El cálculo siniestro de la desigualdad planificada desde el Estado.
Arrasamiento sistemático de subjetividades.
El juego perverso que el Estado propone para los más desamparados: “No reclames porque perdés lo que te doy”.
La respuesta a esta aseveración una parte de la población la tiene negada de ausencias, por múltiples abandonos sociales y simbólicos la culpa de recibir migajas se hace una cuestión de vida o muerte. El temor fundado desde el Estado de deberle algo por lo otorgado, la maquinaria mediática taladrando en las cabezas que no se merecen esa asistencia miserable, porque es profundamente miserable, lleva su sello de clase fascista y reaccionario, con matices de exterminio planificado.
El número está sumamente planificado
La asignación familiar en el mejor de los casos alcanza para comer 6 días en el caso de una mamá que asuma también el gasto de la compra de pañales. Se trataría de una comida pensada el fin de semana cuando los comedores o merenderos o escuelas están cerrados, con mate cocido o un poco de leche para engañar al estómago, que de nutrición encuentra muy poco pero…
¿Para qué pensar en el desarrollo pleno de las infancias si se necesita mayor control social?
ISABEL de 31 años, vive en un barrio en algún bajo, cerca del río, en un rancho de madera y chapa, sin baño. Su cocina, su pieza y su intimidad las comparte con sus tres hijxs, de 12, 8, 1 año. Ellxs son su razón para vivir y el Estado lo sabe y actúa en consecuencia.
Para el afuera Isabel “es una privilegiada del Estado: 46mil pesos por tres chicxs (dicen los medios) son 150 lucas o más y si cobra la tarjeta alimentar ya podría tener otro y comprarse el auto o el celu nuevo. Mirá que va a querer trabajar, es una viva, ojalá yo tuviera esa oportunidad” ironizan los lame botas útiles pagos.
Vamos a hablar de la oportunidad magnífica que tiñe la vida de las Isabeles que no tienen cara para el Estado y son un número vacío de significado. Isabel creció en el bajo, más abajo, junto a tres hermanitos; recuerda con mucha nostalgia su niñez, recuerda jugar con su padre cuando volvía del frigorífico, recuerda poco a su madre que trabajaba cama adentro, recuerda que siempre estaban ajustados con la plata, no había lujos. Cuando a su padre lo echaron del laburo se dedicó a la bebida y a pegarle a su mamá, motivo por el cual se mudaron con el hermano de su madre a sus 11 años. Otro calvario vivió por esos lugares ya que en los momentos donde su madre salía a trabajar el tío que les prestaba un techo abusaba de ella. Después de 4 años más de edad y de abusos cumplió 15 años, logra dejar ese hogar oscuro y doloroso, mudándose a lo de su patrona de ese momento, quien la ayudó con su casita y desde entonces vive sola con sus hijxs, hijos que no nacieron de un repollo pero en el barrio sobran mamás y faltan papás; los tres se borraron no sin antes dejarle las marcas en su cuerpo como documento de identidad, de esa identidad que la acerca a su madre.
Isabel quiere trabajar, quiere estudiar y quiere poder tener un baño en su casita, quiere poder tener piso de material y quiere que sus hijos no duerman todos en la misma cama.
Intenta trabajar los fines de semana cuando deja a sus hijxs con una hermana, pero tiene miedo que le pase algo porque la calle está difícil.
Consigue trabajos por hora, en jornadas interminables que terminan siempre a un precio menor que el acordado.
Manda a sus hijxs a la escuela, ahí comen y desayunan.
Hacer que se hace para No Hacer. Profundización de la política estatal de lo posible antes que lo necesario
Por su situación de vulnerabilidad el Estado le otorga planificadamente 99.531 pesos, ahí adentro esta la tarjeta alimentar, no paga alquiler, no paga electricidad, paga dos garrafas mensuales (una para el frío), 80 pañales mensuales y 12 comidas mensuales.
Retira comida en comedores comunitarios donde la asistencia del Estado nacional hoy es nula; en el mejor momento de progresismo, consistió en 10 o 12 comidas mensuales.
La realidad actual es otra. Las iglesias, las organizaciones sociales, tienen que planificar de dónde van a sacar más de 100.000 pesos cada vez que deciden prender el fuego y mover la olla para que los vecinos y vecinas más necesitados tengan un plato de comida caliente en un tapper que oficia de plato comunitario, en una bolsa, en una botella cortada o en un puñado de manos como hemos podido comprobar.
Olla de 100 litros para cocinar aproximadamente 150 raciones, 10kg de papas, 10 kg de cebolla, 5 pimientos, 10kg de pollo, 13 kg de fideos o arroz, 2 pack de puré de tomates, condimentos, aceite, garrafa: 100 mil pesos. Para no ser injustos vamos a reconocer que el Estado aporta para el 80% de la olla del primer día del mes, el resto es malabares de la solidaridad de los mismos trabajadorxs, vecinxs y pequeños comerciantes.
Números con personas en su contenido
La solidaridad del que solo tiene para brindar lo que solo tiene. El bucle perverso de responsabilizar al pobre de su pobreza.
En Villa Gobernador Gálvez en 80 comedores barriales solidarios hasta la médula, se preparan ollas en su mayoría de 100 litros que alcanza para diluir guisos y con las manos mágicas de enormes cocineras, multiplicar con audacia y corazón el contenido para generar 150 raciones por olla.
Entonces 12.000 personas necesitan diariamente de asistencia alimentaria. La mayoría niñxs que, las más de las veces se convierte en su único plato de comida. Para que esos comedores puedan cocinar 20 días al mes son necesarios 160 millones de pesos mensuales, un promedio de 433 pesos por persona por día por ración.
En la ciudad de las carnes las ratas del puerto se nutren mejor que nuestrxs niñxs.
Vivir de espalda al río
En la misma ciudad de las carnes y del cereal, monumentales ganancias se van por el río dejando solo salarios bajos, contaminación y obreros rotos por las agotadoras e interminables horas de trabajo. Jornadas pagadas planificadamente para que le alcance solo para comer y comprar algo de ropa para algún integrante de la familia; se ve este contraste de la realidad, la necesidad angustiante cotidiana de no poder comer y la brutalidad del saqueo de enormes multinacionales que se llevan la riqueza argentina.
Un camino para ejercer la plena soberanía alimentaria. Proteger a nuestro pueblo y el Estado como garante de derechos
Un millón de pesos por minuto genera en ganancia la tolva de la empresa multinacional Cargill, la tolva que nunca para.
Solo necesitaríamos que puedan aportar 180 minutos, una vez al mes, 3 horas de su producción del primer día del mes, para resolver el problema nutricional de Villa Gobernador Gálvez. De ese primer día del mes, que seguiría su curso con 21 hs más y 29 días más de ganancias.
Las penas son de los pobres, las vaquitas y las ganancias se van para afuera.
Desde la Organización Mundial de la Salud se recomienda y se calcula que son necesarios entre 40 y 60 gramos por persona de proteína. Solo si los frigoríficos en diferentes escalas, de acuerdo a sus ganancias aportaran el equivalente en peso o en dinero al valor en el mercado de 6 medias res, se resolvería el problema proteico. La faena diaria de los diferentes frigoríficos sumando vacas y cerdos ronda unas 4 mil cabezas de ganado. Con solo 2 cabezas diarias de esas 4 mil, ayudaría a cambiar el problema nutricional del 15% de la población de Villa Gobernador Gálvez.
Conocer para defender
El número de la indignación está extremadamente planificado, así como el miedo y la estigmatización de un sector social que crece y se multiplica en ausencias y en carencia, que lucha y se resiste a morir y ser silenciado, que de a poco encontrará la forma de sacarse los lastres de esta democracia extremadamente perversa.
(*) Juan Ariel Charras Médico MP:24356. Preventor comunitario en adicciones y violencias. Docente de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Rosario (UNR). Coordinador médico de LA FABRICA DE FUTURO #nipibemenosporladroga.
La imagen de portada y las fotografías incluídas en la nota pertenecen a Juliana Briggiler. IG:JuliBri_
FUENTE: infosoberana.com.ar