Alice Munro: cuatro caminos a una autora fascinante y la escritura según sus propias palabras

La escritora canadiense, que murió a los 92 años, deja una obra potente y admirable. Los libros disponibles en Argentina, sus ideas sobre la tarea de escribir y las palabras de otros autores que destacan su legado.

“Lo inesperado es muy importante para mí. En uno de mis cuentos (Escapada), una mujer que tiene un matrimonio complicado decide dejar a su marido, alentada por una mujer muy sensata mayor que ella. Y entonces, cuando intenta irse, advierte que no puede hacerlo. Lo más razonable es irse, sus motivos son muchos, pero no puede. ¿Cómo puede ser? Yo escribo ese tipo de cosas, porque soy yo la que no sabe ‘cómo puede ser’. Por eso tengo que prestarle atención: allí hay algo que merece mi atención”, dijo Alice Munro en una de las entrevistas que circularon internacionalmente cuando ganó en 2013 el Premio Nobel de Literatura. Gran parte de las historias de la notable autora canadiense, que murió esta semana a los 92 años, están atravesadas por tironeos fortuitos a partir de esa pregunta, por temblores de la intimidad, por movimientos leves que llegan para torcer la inercia aparentemente cómoda de la rutina.

La escritora nació en 1931, en Wingham, Ontario, y vivió en una granja en el oeste de esa provincia en tiempos de dificultades económicas y en un ambiente puritano que quedó reflejado en buena parte de su obra. 

Aunque no era lo esperable en el contexto en el que creció, y con una madre con problemas de salud que derivaron con el tiempo en la enfermedad de Párkinson, con gran esfuerzo llegó a estudiar literatura en la Universidad de Western Ontario. “De haber nacido en una granja una generación antes, no habría tenido la menor oportunidad. Pero en mi generación ya había becas. Nadie esperaba que las chicas las solicitaran, pero una podía hacerlo. Me fue posible imaginarme a mí misma como escritora desde muy chica. Pero nadie más pensaba eso ni en esos términos. Igual yo no era una chica rara y nada más. También tenía que hacer mucho esfuerzo físico, porque mi madre no podía. Igual eso no logró demorarme. Pienso que en cierto sentido fui muy afortunada, porque si hubiese nacido, digamos, en el seno de una familia muy culta, una familia neoyorquina, por ejemplo, rodeada de gente que sabe mucho de literatura y del mundo de la escritura, me habría sentido totalmente disminuida. Me habría dicho: ‘Bueno, eso no puedo hacerlo, no es para mí’. Pero como no viví entre gente que pensara nunca en la escritura, entonces fui capaz de decirme: ‘Bueno, esto lo puedo hacer’”, afirmó poco antes de ganar el premio de la Academia Sueca.

Fue en la universidad donde conoció a James Munro, su primer esposo y de quien tomó el apellido con el que firmaría todos sus libros. Se casó con él en 1951, tuvo a su primera hija a los 21 y luego llegaron dos hijas más. Después de una temporada en Vancouver, la familia se instaló a partir de 1963 en Victoria, donde la pareja atendía una librería.

Según reveló años después en distintas entrevistas, Munro empezó a escribir cuentos en la década del ‘50. La escritura, por esos días, se colaba entre las tareas domésticas como una necesidad imperiosa. “Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos” es, de hecho, el título de una nota que le hicieron en el diario The Vancouver Sun, en 1961.

Más de una vez señaló que se dedicó a la narrativa breve porque era lo que podía hacer en los ratos sueltos que le quedaban libre en el día: cuando sus hijas dormían. “Los bebés finalmente dormían la siesta, quisieran o no, y entonces yo me ponía a escribir”, contó en una entrevista que publicó La Vanguardia en 2009 y agregó: “No estaba pensando en ellos. Estaba pensando en mí. Quizá habrían sido más felices si yo les hubiese dedicado más tiempo y menos a mi literatura, no lo sé. Pero para mí no era una opción, sentía que tenía que luchar por ese espacio propio donde no era ni mujer ni madre. Hoy todavía me escapo al mismo sillón donde desarrollo mi vida espiritual. Pero, claro, ya no soy joven. Un tema duro para artistas y escritores es que los poderes intelectuales o creativos se debilitan. ¿Qué hace uno entonces si no escribe? Yo no pude encontrar la respuesta”.

En 1968 llegó su debut literario con la colección de cuentos Danza de las sombras (N. de la R. en Argentina tiene una edición que llegó a través del sello Lumen, en 2022), que ganó el Governor General’s Award, uno de los premios literarios más importantes de Canadá. Cuatro años después, en 1972, se divorció y volvió a su provincia natal, donde continuó con su carrera literaria, que se volvió cada vez más fructífera. Volvió a casarse, en 1976, con el geólogo y geógrafo Gerald Fremlin.

Cuatro caminos

Con más de seis décadas de carrera y más de trece libros de relatos, Alice Munro es considerada como una de las más destacadas escritoras de cuentos en lengua inglesa. Ganó, entre otros, el Premio Internacional Man Booker, el Premio PEN/Malamud a la excelencia en ficción breve, y el Premio del Círculo Nacional de Críticos Literarios y sus textos fueron publicados en revistas de gran prestigio como The New YorkerThe Atlantic y The Paris Review, entre otras.

Llamada un poco a su pesar “la Chéjov canadiense”, incluso cuando se animó a publicar una novela se trató de un texto escrito en fragmentos. Sus libros, sobre todo después de que ganara el Nobel en 2013, se consiguen en Argentina traducidos al español a través del sello Lumen y en algunos casos en versiones económicas de DeBolsillo.

Aunque resulta difícil hacer una selección porque todos tienen relatos notables, un camino posible para comenzar la lectura de esta autora podría ser de la mano de La vida de las mujeres (DeBolsillo, 2012), una colección de cuentos que Munro publicó en su país en 1971 y que puede pensarse como una novela porque tienen una misma protagonista. El ambiente rural y conservador donde transcurren los relatos se parece bastante al de la infancia de su autora.

NOTA COMPLETA EN: Alice Munro: cuatro caminos a una autora fascinante y la escritura según sus propias palabras – elDiarioAR.com 

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